martes, 11 de diciembre de 2007

De la teoría del tobogán y para el chico que lía cigarros y sonríe.

Todo comenzó una madrugada Valenciana. No fue de aquellas de Valencia Profunda. Esta fue diferente. Salí a una reunión, pasó la noche, tranquila, tomando unos sorbos de vino y de repente me encontré a las 9 de la mañana caminando por los Jardines del Turia, luego de tomarme un café con ron para despertar y seguir hablando de mi puto largometraje. ¿Y eso? Culpa de que hay días en los que no nos podemos dormir porque hay soledad y necesitamos compañía. Así conocí al chico que lía cigarros y sonríe.

Terminamos sentados en una banca de un parque, de esos donde los niños, y en este caso nosotros los adultos solitarios jugamos a querer ser niños. En donde hay toboganes y columpios. Los niños-adultos que juegan en los parques sintonizan fácilmente, es la magia del lugar.

Tras unos días de divagar y hablar de la vida, jugar ajedrez, ir al cine, comer, tomar café, vino, leer periódico, montar bicicleta; el chico que lía cigarros y sonríe me preguntó sobre la teoría del tobogán: a partir de que yo le repito que no tengo un punto medio. Que siempre me voy a los extremos. O estoy arriba o estoy abajo. Le mola. Me mola. Flipa. Flipo.

Así escogemos, creo que siempre me apego al mismo tipo de personas: sensibles y frías, distantes y cercanas, que observan y no miran, que divagan pero que me dicen mucho con eso. 

La teoría del tobogán dice que o estás arriba o estás abajo. 

¿Y que pasa cuando te deslizas por él? Sencillo, no estás en ningún lado. A veces me gustaría estar ahí, en el punto medio, ¿es el equilibrio?, ¿será posible crear o hacer algo conciente en ese estado?. A mi me gusta estar arriba.

Arriba cuando te sientes bien, abajo cuando te sientes mal, te deslizas cuando estás confundido y no sabes que hacer. 

Ahora él se está deslizando, trato de mirarlo desde arriba para darle fuerzas, ya que él está abajo y tiene miedo. No se quiere seguir deslizando pero le cuesta aferrarse a la teoría. A mi me cuesta mantenerme arriba para no deslizarme y terminar abajo. Así son las afinidades y no tienen fin.

Espero que los dos terminemos arriba, cada uno a su manera, a su sueño. Al final cada uno sabe lo que hace, lo que le hace bien, lo que quiere. Hoy me da pena no verlo sonreír y liar cigarros. Sé que no lo está haciendo, está llorando y haciéndose mas fuerte. ¿Me mola o flipo? Una de esas afinidades que llegó. No lo busqué, nos encontramos ahí en el tobogán.

Yo se que el chico que lía cigarros entenderá todo, porque es simple, no sencillo. ¿Simple o sencillo?, ¿así era? 

Se lo dije el último día que estaba sentada en la banca con los ojos que se me caían, ahora tengo ojeras para variar, así soy…

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